domingo, 26 de agosto de 2012

Los ojos de Judas


Autor: Abraham Valdelomar

Esta historia comienza cuando, en el puerto de Pisco, a víspera de la Fiesta de Judas, vivía un niño que adoraba el mar. Un día, al llegar a la playa, se queda adormecido por la brisa marina y el sonido de las olas. En ese instante, una mujer muy bella, vestida de blanco, va a visitarlo a la orilla del mar. Estos dos, casi al instante se vuelven amigos. La dulce mujer, con un aspecto infinitamente benevolente, se encariña con el niño. A la vez que el niño, desconfiadamente, se va acercando a la mujer.  A los días siguientes de los mismos encuentros, la mujer pregunta al muchacho si va a asistir a la Fiesta de Judas. El niño, inocentemente, responde positivamente, aclarando que está entusiasmado porque su padre mencionó que se realizaría la "quema de Judas".

La mujer pregunta con curiosidad si él perdonaría a Judas. Inmediatamente, el niño responde que no, porque Judas hizo mucho daño a Jesucristo. Aparentemente, sus padres le habían enseñado al niño que Judas era muy malo, casi al extremo de ser todo lo contrario a la mujer, que más bien parecía haberse caído del Paraíso.

Al día siguiente, el niño va a la playa, pero no encuentra a la mujer, sino, se da con la sorpresa de que tiene una medalla de la virgen Purísima en el cuello. El chico, intrigado, se pregunta dónde podría estar aquella mujer, que nunca le mencionó su nombre.

El día de la fiesta de Judas, después de quemarlo, los más supersticiosos estaban asustados, porque era una creencia del lugar que Judas cobraba una vida cada año, en la fiesta.

Y ocurrió. Minutos después los pescadores divisaron un cuerpo pidiendo ayuda, ahogándose en el mar del Puerto. Durante un buen rato de susto, los pescadores volvieron con una mujer muerta. Sucede que aquella mujer era la que el muchacho había conocido en la playa. El niño creyó que esto era su culpa. Llorando, el niño se sentó al lado de la mujer y le susurró: "Perdóneme señora del vestido blanco, le prometo que perdonaré a Judas, lo prometo".

Este cuento me gustó mucho, porque, como la mayoría de cuentos de Valdelomar, contiene mucha inocencia.