lunes, 8 de octubre de 2012

El diablo de la botella


Autor: Robert Louis Stevenson

El diablo de la botella es la historia de una mágica botella que contiene un demonio, el cual concede deseos, cualquiera que sea. La historia empieza en la isla de Hawái, donde vive un hombre llamado Keawe, el cual es pobre, pero muy culto.

Keawe, lamentando su vida, decide recorrer la parte rica de la ciudad, imaginándose lo buena que sería su existencia si fuera millonario. Al llegar a la casa más hermosa de la calle, Keawe ve en la ventana a un hombre viejo y pálido. Éste también lo ve y le pide que entre a la casa. Ahí Keawe le explica lo mal que va su vida, así que el hombre le ofrece venderle una botella mágica, que le concederá cualquier deseo.

Uno puede pensar quién es tan tonto como para vender esa mina de oro. Pues la botella tiene ciertos inconvenientes: la botella no puede prolongar la  vida. Además debe ser vendida, a un menor precio del que fue comprada, si la botella se vende a un mayor precio o se abandona, esta volverá al instante a su dueño. Si el dueño muere sin vender la botella, arderá en el infierno.

Keawe compra la botella, y hace un trato con un amigo que hizo en su viaje, este le compraría la botella cuando cumpla todos sus deseos, a lo que los dos aceptan como un trato. En unos meses tiene la mansión más hermosa de todo Hawái y todas las riquezas que un hombre quisiera. Pero un día Keawe salió a pasear a la playa. Entonces se encontró con la mujer más bella que había visto en su vida. Al instante se enamoró de ella, y pensó en pedirle matrimonio.

Finalmente Keawe se casó con la dama, llamada Kokua, y vivieron muy felices. Pero un mal se acercó a Keawe. Este se enfermó de Lepra, por lo cual ordenó a Kokua que se alejara de él. A los pocos días se dio cuenta de que no podía vivir sin ella, así que viajó durante unas semanas para buscar y comprar la botella. Cuando la encontró, se dio con la sorpresa de que su actual dueño la había comprado a dos centavos, por lo que Keawe tendría que comprarla a un centavo, lo cual haría que no pudiera venderla, y, como consecuencia, ardiera en el infierno.

A esto le dio solución Kokua. Le propuso que viajaran a Francia, en donde existen los céntimos, y que ahí la vendiera. Cuando llegaron, Keawe no encontró quien comprara la botella a cuatro céntimos, por lo que, sin que Keawe se diera cuenta, Kokua compró la botella. Al enterarse de esto, Keawe obligó a un viejo marinero ex-convicto a que compre la botella a dos céntimos y luego él la comprara nuevamente a un céntimo, quedando así condenada su alma.

Cuando el marinero compró la botella, pensó que Keawe le estaba tomando el pelo, así que decidió conservar la botella. No le preocupó arder en el infierno puesto que él iba a ir ahí de todos modos para pagar sus crímenes. Así quedó salvado Keawe y vivió feliz con Kokua.

Esta historia me encantó, pues aparte de ser muy corta, es interesante y no te aburre. Tanto así que la leí en un día


Redactado por Arturo Cuya Reyes
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lunes, 1 de octubre de 2012

Las aventuras de Sherlock Holmes: La corona de Berilios

Autor: Sir Arthur Conan Doyle


En este pequeño relato se desarrolla una de las doce historias del libro Las Aventuras de Sherlock Holmes, escrito por Sir Arthur Conan Doyle.

Se encontraba Holmes satisfactoriamente relajado en su hogar de Baker Street hasta que un cliente llegó para pedir ayuda. Se trataba de un viejo banquero, que le explicó a Holmes su desventura. Sucedía que un noble había acudido para pedir un préstamo a partir de joyas, entregando así una valiosa corona, que pertenecía a la realeza, compuesta por 32 enormes berilios.

El cliente, desesperado, informó que pensaba que su hijo había extraído tres berilios para pagar deudas, ya que éste disfrutaba mucho de las apuestas de caballo, por lo cual tenía una deuda que el padre no quería pagar, entonces culpó al hijo, que en ese entonces ya se encontraba siendo juzgado por la corte.

Holmes fue a revisar la casa del banquero. Analizó la primera y segunda planta, las habitaciones y los jardines. Por lo cual llegó a la rápida conclusión de que el hijo no había robado los berilios, sino un amigo de este, sir George Burnwell que también era apostador. El hijo, llamado Arthur había descubierto a Burnwell queriendo robar la corona, por lo que se enfrentó a él, pero George Burnwell escapó con tres berilios, los cuales vendió. Éste se había enterado de la corona por parte de Lucy, la sobrina del banquero Alexander Holder, con la cual coqueteaba a menudo.

Así quedó impune el hijo del banquero y éste último muy satisfecho, pues pudo comprar los tres berilios al bajo precio de mil libras.

Me encantan todos las historias de Sherlock Holmes, puesto que las rápidas deducciones de este, aunque sean ficticias, son asombrosas y eso es lo que le da vida y color a un libro de género policial, los cuales suelen ser aburridos, haciendo excepción a las historias de Conan Doyle.


Redactado por Arturo Cuya Reyes
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